Ignacio Uranga. Voz latina.

El poeta de los vientos

El poeta de los vientos

Bahía Blanca, ciudad de vientos

¿Por qué renegar de nuestra pobre condición humana?…
Un promisorio futuro se avizora en la poesía de las ligas mayores transandinas. Resplandece Ignacio  Uranga y su voz latina todo piel, alma y sesos.

La naturaleza no es benévola en Argentina. Un enjambre de poemas revolotean por una Bahía Blanca en aparente calma pero de improviso un poema hace un kamikaze tras la cabeza de un ciudadano. ¿Cuál es este poema insigne? Soler 618. Un poema crudo y que penetra como una estocada o un rayo en un bosque de ciudades con rafagas de vientos. Los otros poemas lo imitan en un gesto hacia sus pares, hacia sus creencias y el mundo. Hay muertos y heridas por esos versos -ya más maduro con los acontecimientos de la vida-.
Con Ignacio no hay ilesos. Gusta o no gusta.Todos terminan sin un brazo o una pierna. Otros pierden la cabeza. En la ciudad de los vientos nada vuelve a ser lo mismo tras la poesía de Ignacio que comenzó con su primer libro El ella real y hoy es voz latina de nuestros caóticos días y sangrienta pobredumbre.
«Hay que echar a este individuo»  hubiesen dicho en los 80. Pero vivimos en el 2012 y estamos pagando el gas, la luz y el cable respetuosamente. La voz de la Kirchner y las barras bravas se pierde a lo lejos. Nuestro joven poeta las escucha y sigue escribiendo pues lo banal no tiene cabida ante los sentimientos. Así es la poesía de Aletheia -su último libro-.
Ignacio Uranga, guitarrista en ocasiones  y poeta siempre, no lo ha pasado bien este año. La llegada de su poemario aplacó ciertas tormentas y bestias.
Ignacio ya no se cree el cuento de la poesía. Él  es un poeta, vive como un poeta (difícilmente) y escribe «su» poesía. No hay nada que mirar al lado. Ignacio tiene su estilo. Poemas como manifiestos de una religión extraña, dijo uno. Alguien puede decir que sus poemas son canciones y no estaría nada alejado de la realidad. Un guitarrista que hace música extraña. Un poeta que canta esos versos. Un mundo personal habita Bahía Blanca.
A mí me gusta cuando es simple, alegre, con ese humor porteño que tan bien les hace a los argentinos, digo yo. Ignacio es un tipo lúcido, un buen poeta que truena, hace tronar poesías tanto en su natal Bahía Blanca como en Santiago o Barcelona. Universal pero con color local lo que lo hace atractivo cuando aborda temas cotidianos. La urbe y su puerto se funde con la universidad y las fábricas -a lo lejos- echan ese humo asqueroso que ha matado a varios. En ese ámbito deambula Ignacio echando vivencias a la mochila que luego salen convertidos en poemas.

No te enredes nunca Ignacio. No los escuches ni caigas en su juego sucio. Tú no te lo mereces y nosotros tampoco.  Ignacio tiene voz propia y toca la guitarra. Qué más se puede pedir. ¿El fin del mundo quizás?

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Soler 618

A juzgar por prejuicio o por mandatos establecidos

hubiera jurado eras analista, secretaria, mujer de

empresario, corredora de bolsa, doctora; sin embargo

evidenciando tu no ser de la ciudad, o bien poéticamente

embelleciendo la culpa, la vergüenza, soles a lo último

dijiste, porque hubiera semejado, en tu voz, al estruendo

del trueno o la ráfaga de rayo Ballantines night club, Jac-

queline: estás quebrada. Porque nadie va a pensar qué pasó

por tu corazón para que volvieras mercado tu cuerpo ni qué

cuando la no correspondencia entre forma y fondo quedó des-

cubierta, y devino la mujer que ahora te habita: estás social-

mente quebrada, Jacqueline. Ninguno va a escuchar que estabas

cansada de la espera en hospitales públicos, urgida por el ácido

en la sangre, que sólo querías cobertura social y mantel dignos

que el sacrificio está destinado también a la cirugía en Chile

y a tu tan necesaria luna, blanca, en polvo sobre la mesa

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